domingo, 28 de julio de 2019


EL PERGAMINO NÚMERO OCHO | OG MANDINO

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Una hoja del árbol de morera tocada por el genio del hombre se convierte en un castillo.
   Un ciprés tocado por el genio del hombre se convierte en un santuario.
   Un vellón de lana tocado por el genio del hombre se convierte en un manto para un rey.
   Y si es posible que las hojas y la arcilla y la madera y la lana multipliquen su valor en un ciento por ciento, qué digo, en un mil por el hombre, ¿no puedo hacer lo mismo con la arcilla  que lleva mi nombre?
   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.
   Soy como el grano de trigo a quien le confrontan tres futuros. El trigo puede ser puesto en una bolsa y arrojado en un chiquero para alimentar a los puercos. O puede molerse y convertirse en harina y luego en pan. O puede sembrarse en la tierra a fin de que crezca hasta que sus espigas de oro produzcan mil granos de uno.
   Soy como un grano de trigo, con una diferencia. El trigo no puede escoger ser de alimento para los puercos, molido para el pan o plantado para que se multiplique. Yo tengo la facultad de elección y no permito que mi vida sea alimento de los puercos ni dejo que sea molida bajo las piedras del fracaso y la desesperación, y así quebrantado, ser devorado por la voluntad de otros.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Para que crezca y se multiplique es necesario plantar el grano de trigo en la oscuridad de la tierra, y mi fracaso, mi desesperación, mi ignorancia y mis inhabilidades son la oscuridad en la cual he sido plantado a fin de madurar. Ahora, como el grano de trigo que brotará y fructificará solamente si es nutrido por la lluvia y el sol y los vientos tibios, yo también nutro mi cuerpo y mi mente para cumplir mis sueños. Pero para crecer hasta llegar a su plenitud el trigo debe esperar los caprichos de la naturaleza. Pero yo no necesito esperar porque tengo el poder para escoger mi propio destino.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   ¿Y cómo lograré esto? Primeramente fijo metas para el día, la semana, el mes, el año y mi vida. Así como la lluvia debe caer antes de que el grano de trigo rompa su cáscara y germine, así yo también tengo metas y objetivos para que mi vida cristalice. Al fijarme metas recuerdo mis mejores trabajos del pasado y los multiplico en un ciento por ciento. Este es el nivel según el cual vivo mi presente y viviré en el futuro. Nunca me preocupo de que mis metas sean demasiado elevadas, puesto que ¿no es mejor acaso apuntar mi lanza a la luna y herir solamente a un águila que apuntar mi lanza al águila y pegarle solamente a una roca?

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   La magnitud de mis metas no me asombran aunque quizá tropiece antes de alcanzarlas. Si tropiezo me levanto de nuevo y mis caídas no me preocupan porque todos los hombres deben de tropezar con frecuencia antes de llegar a su hogar. Sólo el gusano está libre de la preocupación de tropezar. Y yo jamás he sido gusano. Mucho menos una cebolla o una oveja. Soy una persona. Que otros construyan una cueva con su arcilla. Por mi parte construyo un castillo con la mía.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Y así como el sol debe calentar la tierra a fin de producir la planta de trigo, así también las palabras de estos pergaminos calientan mi vida y convierten mis sueños en realidad. Hoy sobrepaso toda acción que realicé ayer. Subo a la montaña de hoy con toda la habilidad que tengo, y sin embargo mañana subiré más alto que hoy, y el día siguiente más alto que ayer. El sobrepasar los hechos de los otros carece de importancia; el sobrepasar mis propios hechos es lo que significa todo.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Y así como el viento caliente hace madurar el trigo, los mismos vientos llevan mi voz a aquellos que me escuchan y mis palabras les anuncian mis metas. Soy como mi propio profeta y aunque todos se rían de mis declaraciones, oyen mis planes, conocen mis sueños. Y de esta manera no hay escape para mí hasta que mis palabras se conviertan en hechos realizados.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Jamás cometo el terrible crimen de apuntar demasiado bajo.
   Realizo la labor que un fracasado no realizará.
   Siempre extiendo mi brazo más allá de lo que está a mi alcance.
   Jamás quedo contento con mi actuación en el mercado.
   Siempre amplio mis metas tan pronto como las haya alcanzado.
   Procuro siempre hacer que la próxima hora sea mejor que esta.
   Proclamo siempre mis metas al mundo.
   Y sin embargo, jamás proclamo mis éxitos. En cambio, el mundo se me acerca con alabanza y yo tengo sabiduría de recibirlo con humildad.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Un grano de trigo, cuando se multiplica en un ciento por ciento produce cien tallos. Multiplique estos es un ciento por ciento, diez veces, y alimentarán a todas las ciudades del mundo. ¿No soy yo más que un grano de trigo?

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

   Y cuando haya realizado esto, lo repito de nuevo, y de nuevo, y se produce el asombro y la maravilla ante mi grandeza, en circunstancias que las palabras de estos pergaminos se cumplen en mí”.

   Hoy multiplico mi valor en un ciento por ciento.

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